domingo, 12 de octubre de 2014

BENJAMIN Y EL HOMBRECILLO DEL BOSQUE

BENJAMÍN Y EL HOMBRECILLO DEL BOSQUE

Había una vez un castillo situado entre montañas y rodeado de una alta muralla que protegía a las gentes que allí habitaban.

En este castillo vivían un rey, su esposa y sus tres hijos, Eduardo, Felipe y el pequeño Benjamín que era un niño alegre, simpático, y muy cariñoso con sus padres, allá donde el estaba siempre había felicidad.

Sus hermanos Eduardo y Felipe tenían celos del pequeño, creían le querían mas a el.

Un día los hermanos mayores le dijeron a Benjamín...nos vamos al bosque a buscar hierbas aromáticas y medicinales para el médico...el pequeño contestó...¡yo quiero ir con vosotros!

Los hermanos le respondieron...nuestro padre el rey no te dejará venir, tiene miedo de que te pase algo...¡no me pasará nada! dijo Benjamín, vosotros cuidaréis de mi ¿verdad?...pues claro, contestaron los hermanos...eres nuestro hermano y te cuidaremos y protegeremos con nuestras vidas.

Cuando Benjamín se fue corriendo a hablar con el rey para pedirle permiso, los dos hermanos mayores prepararon la estrategia para deshacerse del pequeño.

El rey llamó a los dos mayores y les dijo...Benjamín quiere ir con vosotros al bosque, no puedo negarme y le voy a dejar ir pero tenéis que prometerme que lo cuidaréis y protegeréis con vuestras vidas...si padre, respondieron los dos hermanos teniendo en su pensamiento la maléfica estrategia que habían preparado para Benjamín.

Llegó el día y partieron los tres hermanos hacia el bosque, Benjamín iba muy contento porque era la primera vez que salía del castillo con sus hermanos.

Se adentraron en el bosque y se les hizo de noche y entonces Eduardo cogió a Benjamín que estaba medio dormido y lo puso en un tronco de un árbol grandísimo...dejemoslo ahí y las fieras del bosque se encargarán de el, dijo Felipe.

Y así lo hicieron, abandonaron a su pequeño hermano, se fueron antes de que amaneciera y se despertara Benjamín.

Cuando amaneció Benjamín se despertó, y al encontrarse solo empezó a llamar a sus hermano...¡¡Eduardo!! ¡¡Felipe!!, ¡¡donde estáis!!..¿que les habrá pasado?, pobrecitos, yo aquí durmiendo y ellos, a lo mejor, están perdidos o heridos por cuidar de mi.

Llorando y perdido pensaba...¿ahora que voy a hacer?, ¡estoy perdido!

Mientras tanto, sus malvados hermanos llegaban al castillo con su estrategia ya aprendida para convencer a sus padres los reyes. 

Se presentaron ante ellos llorando, gimiendo y aparentando mucho dolor y pena por la desaparición de su hermano pequeño.

El rey y la reina no podían creer lo que estaba pasando, creían morir de dolor...¿que ha pasado?, sois unos irresponsable, pobre hijo, que mal lo estará pasando si todavía sigue vivo.

En el bosque Benjamín lloraba, y pensaba mas en sus hermanos que en el mismo.

Caminando sin saber que rumbo tomar, en medio del bosque vio una casita hecha con barro y ramas de árboles y pensó...estoy salvado, por lo menos podré meterme dentro y así no correré los peligros del bosque cuando se haga de noche.

Se acercó, empujó la puerta y se quedó asombrado pues dentro parecía como si viviera alguien allí, había comida, frutos del bosque y una cama.

Cansado y disgustado se echó en la cama y se quedó dormido.

Ya pasada la mañana y llegando la tarde, se acercaba a la cabaña un pequeño hombrecillo que vivía feliz porque, en medio de su soledad, allí no se reía nadie de el y podía subsistir con lo que le daba el bosque.

Entró y cuando vio al niño pensó...pobrecillo, que le habrá pasado, ¿se habrá perdido?, ¿que les habrá pasado a sus padres?

Entró, cerró la puerta y se sentó a esperar a que Benjamín se despertase.

Ya anocheciendo se despertó, y cuando vio al hombrecillo se asustó y le dijo...perdóname por haber entrado en tu casa pero estaba cansado y muy triste porque no se lo que les habrá pasado a mis hermanos.

El hombrecillo le respondió...no te preocupes, ahora come y bebe agua, luego ya pensaremos lo que hay que hacer.

Comió y bebió y luego el pequeño hombre le dijo...no te muevas de aquí, voy a ver que es lo que puede haber pasado, cuando yo venga ya tendremos solucionado todo este desafortunado incidente.

Y así lo hizo, caminó, llegó al castillo y se asombró al ver que en todas las esquinas y en la torre del castillo ondeaban unas banderas negras, se dirigió a unos habitantes de la localidad y les preguntó...por favor, ¿me podrían decir por que hay tantas banderas negras?

Estas gentes se les veía tristes y le respondieron...pues que los tres hijos del rey salieron al bosque y Benjamín, el mas pequeño, se ha perdido...los reyes están muy tristes porque era un jovencito muy cariñoso y bondadoso, todo lo contrario que sus dos malvados hermanos. 

Entonces el hombrecillo supo lo que había pasado, no se podía creer como le habían hecho esto a su propio hermano.

Llegó a la cabaña y le contó a Benjamín lo que había pasado...¡mis hermanos!, ¡no se que hacer!, pobrecitos mis padres.

Le pidió a su salvador que por favor fuese con el al castillo y que le ayudara a averiguar si todo eso era verdad.

Encapuchados para que nadie reconociera a Benjamín, entraron por las murallas del castillo.

El destino a veces ayuda a resolver problemas, y en este caso ocurrió que vieron a sus dos hermanos hablando, sin pensar que alguien les podía estar escuchando.

Eduardo le decía a Felipe...creo que lo que hemos hecho no está bien...teníamos que haber dejado tranquilo a Benjamín...nuestro padres ya no son los mismos y tengo miedo de que con el disgusto les pase algo.

Lo hemos hecho muy mal, si pudiésemos volver atrás, las cosas no serian igual.

Llorando de alegría, Benjamín y su amigo se encaminaron al castillo para presentarse ante el rey.

Con la capucha tapándole el rostro se presentó delante de sus padres, y el rey le preguntó...dime ¿que quieres?

El niño le dijo que por favor llamara  a Eduardo y a Felipe pues traía noticias de Benjamín.

El rey así lo hizo, contento y esperando buenas noticias de su pequeño.

Cuando estuvieron delante sus dos hermanos se quitó la capucha y se quedaron boquiabiertos...¡hijo mio, que alegría!, dijo el rey...Benjamín le abrazó y le dijo...padre, este hombrecillo me ha salvado la vida, quiero que se quede aquí en el castillo.

Respecto a mis hermanos, ellos no tienen la culpa de nada, fui yo el que cuando dormían me fui a buscar hierbas y me perdí...ellos me buscarían  y sufrirían por mi porque yo se que ellos me quieren mucho.

Sus dos hermanos se pusieron a llorar viendo la bondad que tenía el pequeño, lo abrazaron y besaron y nunca mas se les pasaría por la cabeza volver a hacer daño a su hermano.

El hombrecillo no volvió a la cabaña del bosque, se quedó en el castillo y siempre fue su protector.

Los reyes volvieron a ser felices y los hermanos Eduardo y Felipe recibieron...una lección de amor.

Y como siempre, espero que os haya gustado y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

  

 

 

 

 


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